“No existe ni existió impedimento de manipulación genética alguno para que Dolly, la famosa oveja, pudiera nacer, ni tampoco los hubieron -como era razonable- para rescatar de la extinción a cualquiera de las especies animales que poblaron o pueblan la tierra…¡excepto cuando se trató de la siempre jodida especie humana!”.
Constatar que nuestra sociedad post-contemporánea se halla inmersa en un oscuro aunque opulento "potaje" de fecundas ideas, tecnologías y conocimientos -y permítaseme esta licencia del término "potaje" como expresión metafórica y urgente de la complejidad, volumen y riqueza de la actividad científica de nuestro tiempo.
Lamentablemente, sin embargo, la evolución en la esfera ética no ha sido pareja, sino muy al contrario sólo ha logrado ir a rastras -"a gatas", en el mejor de los casos- de aquélla, en tanto que el inmovilismo más grosero, inflexible y cavernario ha sido su excluyente motor.
Y puntualizo todo lo expresado en relación con la disparatada tragedia que significa que se anatemice y excomulgue, criminalizándola, la procreación de un embrión natural genéticamente seleccionado -que no configurado- en función de las condiciones de donación requeridas por un receptor, un hermano, en este caso, del donante condenado a morir irremisiblemente en ausencia de esta fraternal contribución.
Es decir, que nos hallamos ante la fecundación natural de un embrión nodriza, elegido por sus adecuadas características bio-genéticas para fines terapéuticos, que ni originará en su beneficiario hermano ni en él mismo sino ventajas y recompensas sin el menor riesgo de alteraciones patológicas, sufrimiento ni consecuencias negativas de ningún tipo. Pero que como siempre, el único y desfavorable estigma a este desinteresado y altruista proceso terapéutico se lo endosa, como es de rigor, el más aciago conservadurismo social encabezado y argüido por el analfabetismo moral y religioso más cobarde e integrista.
¿Desde cuándo el propio creador de la vida (por cierto, ¿donde se ha metido este sujeto?) vendría a oponerse (dando como probada la suya) a una práctica como ésta, cuya finalidad expresa no es otra que la de venir a prolongar y mantener en mejores condiciones la propia existencia que él mismo no dudó en regalar a los humanos?
Parece, sin embargo, inaudito que en pleno siglo XXI, pululen estas retrógadas e intolerantes ideas -y lo que es peor que haya autoridades e instituciones que las consientan- entre gentes que se auto-tildan como "gentes de bien". En realidad, gentes sin otro corazón que el suyo, y en el mejor de los casos, que el de los impresentables -llorones o no- propios de las publicaciones del "famoseo" y el gremio "cardiovisceral". Como también es inaudito que de modo análogo proliferen esa nueva camada de politicastos depositarios y custodios de la inflexible moral de la "carne viva" –más bien de la muerta, diría yo.
Intocables intérpretes de una moral privada y farisea, se les atiborran los carrillos de soflamas intolerantes y sectarias en defensa del sacratísimo derecho a la vida, del que naturalmente nadie en su sano juicio duda, ni probablemente siquiera los mismísimos terroristas de Al Qaeda o los del resto de las demás ramas de descerebrados del horror, fanáticamente convencidos de que su actual inversión en muertes ajenas rentabilizará sin duda unos buenos beneficios vitales a los suyos.
El caso es que a aquéllos inflexibles epígonos de estos citados cultivadores del miedo, a quienes se les llena la boca de vida embrionaria, evitan hipócritamente, por otro lado, que se les llene también de muerte no embrionaria, la del hermano terminal o en pleno proceso de extinción. Esta es la verdadera certeza, que en absoluto les escandaliza la muerte de seres humanos vivos, hechos y derechos, la muerte de esos pobres desdichados, inocentes en todo caso y, por descontado, una vez más víctimas indefensas y condenados ahora por una de las más despiadadas interpretaciones ideológicas que de la ética perversamente entendida extraen estos reaccionarios verdugos, a quienes sólo interesan las muertes que ellos mismos diseñan, infligen y se perdonan.
Pobres, inermes y desamparadas criaturas, que ignorantes aún del sicópata desafecto y la carencia de piedad de tantos de sus inicuos congéneres inhumanos, sólo son susceptibles de ser salvados y rescatados de su terrible, inmerecido y canjeable destino mortal por unos "hermanitos nodriza" aún nonatos, a quienes esta retrógada y funesta cofradía de promotores de tumbas, pompas fúnebres, verdugos y muerte se ha empecinado en impedirles nacer.
ja cadenas
publicado en el nº 4
de la revista LUXX
copycoright-05
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